La ciudad que queremos

El centro de Monterrey está pasando por un proceso de transformación inmobiliaria, y comercial. Enormes torres que conjuntan departamentos, oficinas y locales comerciales es la nueva apuesta de las grandes desarrolladoras para la Zona Urbana de Monterrey. Además, poco a poco bares, restaurantes, cafés y comercios que otrora estaban destinados a ubicarse en San Pedro ahora ven en el Centro un espacio atractivo principalmente por su renta accesible y tener mayor tráfico de personas.

Además, personas buscando vivienda ven en el Centro un espacio más práctico y menos costoso para vivir pues las alternativas en los suburbios tienen la desventaja de estar ubicados en la periferia y su costo de movilidad es enorme. Por esta y otras razones el Centro de Monterrey es atractivo, y esto poco a poco ocasionará un crecimiento habitacional y comercial y en consecuencia un mayor tráfico de personas lo que a su vez traerá más comercio y más personas.


Hasta aquí todo bien, más desarrollo significa mayor calidad de vida y las desarrolladoras ya pusieron manos a la obra para aprovechar la nueva tendencia. Sin embargo, la consecuencia natural de este fenómeno ocasionará un incremento en los precios de los terrenos, lo que a su ves hará más difícil que las edificaciones tradicionales permanezcan pues “lo que vale es el terreno”. Esta nefasta frase, infundida en el lenguaje del mercado inmobiliario pone en riesgo las casonas, edificios y construcciones que son ventanas a la historia de nuestra ciudad.

Barrio Antiguo, Monterrey, N.L.

El Centro no es un terreno baldío en el que se puede construir desde cero al igual que en los fraccionamientos de la carretera nacional. En el Centro hay 424 años de historia si es que empezamos a contar desde que se fundó la ciudad. Esa historia se puede leer en los edificios, casonas y monumentos que todavía abundan en el centro. La importancia de conocer y preservar esa historia me parece que Rulfo mejor que nadie ya lo explicó:

La historia es lo que arraiga al hombre a su tierra, es lo que hace que el hombre permanezca y que le tenga cariño al lugar donde vive. Es precisamente la razón por la cual muchos se han ido, el hecho de no tener conocimiento de su pasado ni del lugar donde habitan. El día que conozcan a sus antepasados, el día que sepan que en estos lugares donde habitan vivieron hombres valiosos, el día que sepan que esa tierra ha dado grandes muestras de una cultura viva, el hombre se arraigará más, confiará más en su trabajo y tendrá conciencia del lugar donde vive y tendrá valor suficiente para saberlo defender y poder trabajar con entusiasmo y con amor en el lugar donde nació. Esa es la importancia de la historia.»

Juan Rulfo

El fenómeno inmobiliario del centro de la ciudad ha puesto en riesgo la posibilidad de que futuras generaciones tengan el aprecio por la historia de Monterrey y por ende aprecio por la ciudad misma. Derrumbar edificios o casonas con el argumento de “lo que vale es el terreno” pudiera ser cierto, siempre y cuando el concepto de valor esté pensado en términos económicos. Sin embargo, esa frase no es cierta cuando sobre el terreno se encuentran casonas de sillar, edificios con marcadas tendencias arquitectónicas o construcciones que representan historias que le dan identidad a la ciudad.

Faro del Comercio, Catedral Metropolitana, Monterrey, N.L.

Mucho se ha dicho de que a Monterrey le hace falta cultura e identidad. Los regiomontanos están en una tensión entre lo contemporáneo y una nostalgia por la ciudad que heredamos y que no termina por definirse. Estas ideas se cristalizan en muchas áreas de la vida cotidiana regiomontana pero ninguna más palpable que la destrucción de edificaciones históricas en beneficio de nuevas construcciones sin espíritu, sin historia y sin propuesta que sume a la identidad de Monterrey.

En estos días en los que parece que el tiempo corre más lento y en dónde nos hemos visto obligados a cambiar rutinas, podemos reflexionar sobre la velocidad de la vida en la ciudad, sobre la aceleración del desarrollo inmobiliario en el centro y sobre las consecuencias riesgos y retos para la ciudadanía organizada, los gobiernos y los empresarios desarrolladores. Pensemos un Centro de Monterrey igual que la identidad de cualquier regiomontano: un equilibrio entre la contemporaneidad aspiracional y el tradicionalismo norteño.

Monterrey, la ciudad que queremos.

“Los puntos de vista y las opiniones plasmadas en este espacio editorial corresponden al autor y no representan una postura institucional de Consejo Cívico.”

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